Las instituciones y la redistribución: cómo funcionaba la economía antes del mercado
Antes de que existieran bancos, facturas y cuentas corrientes, muchas sociedades tradicionales gestionaban la economía de un modo… distinto. Nada de compras online ni especulaciones en bolsa. El intercambio de bienes no servía para enriquecerse ni para “maximizar beneficios”, sino que era parte de la vida social. De hecho, muchas veces el intercambio estaba dentro de las propias instituciones: la familia, el pueblo, el jefe.
En estas sociedades, predominaban dos formas principales de transacción:
🤝 1. La reciprocidad
Tú me das algo y yo, tarde o temprano, te lo devolveré.
Es un intercambio entre iguales, basado en la confianza y en las relaciones personales. Sin facturas, pero con un profundo sentido de equilibrio.
🏛️ 2. La redistribución
Aquí entra en juego un personaje clave: el jefe.
Los miembros de la comunidad entregaban parte de sus bienes al líder —no como impuesto, sino como contribución al bien común—. El jefe los reunía, los guardaba y después los redistribuía a quien los necesitara: alimentos, ayuda en tiempos de escasez, materiales para fiestas, templos o expediciones.
👑 Un ejemplo desde África: los Bemba
Entre los Bemba, un pueblo africano, el jefe tiene una misión sagrada: distribuir la comida. El gesto no es solo práctico, es también simbólico: expresa el corazón de la organización social. Existe incluso una “cocina sagrada” (kamitembo) que encarna la unión entre autoridad y generosidad.
En resumen: el jefe recibe los tributos, cocina y sirve los alimentos. Nada mal como modelo de liderazgo.
🌽 Otro ejemplo entre los Creek (Norteamérica)
Al final de la fiesta del busk, todos aportan parte de la cosecha a un “granero del rey”. Aunque cada familia guarda su propio depósito privado, una parte se destina al almacén común, disponible para quien lo necesite.
Esta “tesorería pública” servía para ayudar a los más vulnerables, recibir a invitados, sostener guerras o celebrar festividades. Era un gesto voluntario, pero cargado de sentido. El jefe custodiaba estas reservas como un auténtico ministro de finanzas tribal.
👨👩👧👦 La redistribución cotidiana
El principio también se aplicaba en el ámbito familiar: lo que se producía en conjunto se compartía. Esto valía para padres, clanes o grupos de cooperación más amplios. El jefe tenía más poder, sí, pero también la obligación moral de ser generoso.
📚 ¿Qué nos enseña todo esto?
Que la economía y la política han ido siempre de la mano.
El jefe recogía, almacenaba y luego redistribuía. Algo que no está tan lejos del concepto moderno de Estado de bienestar o Ministerio de Hacienda. Y, sobre todo, que la redistribución no era solo práctica: era simbólica. Reforzaba los lazos, mantenía unida a la comunidad y recordaba que nadie se salva solo.
En definitiva, estas sociedades nos muestran que la economía no tiene por qué dividir: también puede unir. Y quizá todavía tengamos mucho que aprender de quienes, antes que nosotros, pusieron a la comunidad en el centro de la vida económica.